El arroyo Mondragón nace en la cabecera del Barranco Hondo y es uno de los pocos cursos de agua del Parque Natural. Cuando no va seco,
sus aguas alimentan las marismas del Barbate. El sendero discurre por su margen derecho a cierta distancia del cauce, bordeando el límite
norte del espacio natural. Atraviesa un frente dunar estabilizado por un pinar de repoblación de pino piñonero, recorriendo el que fuera el antiguo camino de Barbate a El Palomar de la Breña. Y finaliza en el carril conocido como Camino de los Veteranos.
El inicio de sendero se encuentra en las proximidades del núcleo de población de San Ambrosio, al principio del carril que conduce a ese
espectáculo etnográfico del siglo XVIII que es El Palomar de la Breña. Construido en el cortijo de La Porquera, hoy convertido en alojamiento
turístico, los once metros de altura de sus muros de adobe y sus siete mil setecientos setenta nidos de terracota lo convirtieron, durante mucho tiempo, en el palomar más grande del mundo (registrado incluso en el libro Guiness de los Récords). Una pista de arena nos adentra en el bosque de pinos. El pinar de piñonero desempeña un papel fundamental en la fijación de las dunas y la protección del suelo. Estos pinos proceden de las repoblaciones que se iniciaron en el siglo XIX. Aunque la mayoría poseen una envergadura extraordinaria, algunos de estos ejemplares son de una belleza conmovedora, como usted mismo podrá comprobar.
La influencia de los valles del Mondragón y de San Ambrosio le confiere a la primera mitad del recorrido un microclima diferente al del resto del parque. Encontrará aquí especies de ribera, poco usuales en un pinar, como álamos, zarzas y enredaderas, y también otras más propias de los alcornocales como madroños, helechos y alcornoques bornizos. Aunque es la vegetación típicamente mediterránea la que también acompaña al piñonero en la mayor parte del recorrido: lentiscos, retamas, palmitos, acebuches, jaras, sabinas, enebros y plantas aromáticas como el romero, la lavanda, la melosa o la zahoreña, que le impregnarán la piel y la ropa con los aromas de la Breña. Continuamos caminando siguiendo las marcas y balizas, por un suelo algo más compactado por las acículas de los pinos. Pequeñas aves como el carbonero o el herrerillo, el chotocabras pardo, el agateador común o la curruca cabecinegra, y rapaces como el águila culebrera, el águila
calzada, el autillo o el cárabo, se refugian en el pinar prestando su voz al bosque. Algunos claros en la vegetación permiten ver el campo de cereales del cerro de La Porquera y, más adelante, a unos mil doscientos metros del inicio, la vaguada del Mondragón. Al otro lado del arroyo, se distingue un parque eólico sobre el cerro, con la estilizada blancura de sus molinos a barlovento.
En unos doscientos metros, el sendero llega a un cruce custodiado por unos ejemplares de pino piñonero con una envergadura descomunal.
Como descomunales son también su solemne belleza, la sombra que arrojan y el volumen de piñas que producen. A partir de aquí, el camino se abre sobre la duna. Durante trescientos metros, la pendiente ascendente del sendero ralentiza el avance sobre el suelo de arena.
Pero desciende después, con pequeños vaivenes, hasta prácticamente el final.
En el último tramo, los claros en la vegetación le permitirán disfrutar de interesantes panorámicas sobre la Sierra del Retín y la gran llanura de la marisma, surcada en zigzag por el río Barbate. También distinguirá los bosques de pino carrasco que suben por la ladera del los montes Peña Cortada y Las Quebradas. Y las localidades de Vejer de la Frontera, Medina Sidonia y Benalup. Tras cruzar el último cortafuegos, la duna vuelve a desparramarse formando una superficie diáfana más o menos ancha. Aquí, a su izquierda, la arena se ha consolidado con los restos calcáreos de animales marinos formando una duna fosilizada. Sobre la arena, magníficos ejemplares de sabina y enebro marítimo le escoltarán hasta la sombra de unos pinos. Los mismos pinos que conducen, en escasos metros, al Camino de los Veteranos, donde finaliza de sendero.